Umberto Eco, la rosa y la optometría

por | Feb 22, 2016 | 0 Comentarios

El pasado sábado 19 de febrero falleció Umberto Eco, escritor y filósofo italiano, autor de numerosos ensayos y algunas novelas, entre las que destacó El nombre de la rosa, de la que vendió más de 30 millones de copias. Quien la ha leído, no necesita más para saber que estaba ante un gran intelectual y un maestro de la semiótica.

¿Qué tiene que ver este señor con nosotros? En el CBO somos optometristas, también docentes. Nos gusta la clínica y enseñar. Nos gustan los ojos de nuestros pacientes y la vocación de nuestros estudiantes. Nos gusta que se sepa de ojos y de cultura general. Nos gustan los ojos y los libros, y más aún los libros que hablan de ojos. Es por esto que desde el CBO, rendimos nuestro homenaje al maestro Eco, con un fragmento de esta novela que todo profesional de la visión que la haya leído, recordará siempre, sin duda:

“Metió las manos en el sayo y extrajo sus lentes, que dejaron sorprendido a nuestro interlocutor. Nicola cogió la horquilla que Guillermo le ofrecía. La observó con gran interés, y exclamó:

– ¡Oculi de vitro cum capsula! ¡Me habló de ellas cierto fray Giordano que conocí en Pisa! Decía que su invención aún no databa de dos décadas. Pero ya han transcurrido otras dos desde aquella conversación.

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Sean Connery en su papel de fray Guillermo de Baskerville, en la versión cinematográfica de El Nombre de la Rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986)

 

– Creo que se inventaron mucho antes -dijo Guillermo-, pero son difíciles de fabricar, y para ello se requieren maestros vidrieros muy expertos. Exigen mucho tiempo y mucho trabajo. Hace diez años un par de estos Viteri ab oculis ad legendum se vendieron en Bolonia por seis sueldos. Hace más de una decada el gran maestro Salvirio degli Armatí me regajó un par, y durante todos estos años los he conservado celosamente como si fuesen, como ya lo son, parte de mi propio cuerpo.
– Espero que uno de estos días me los dejéis examinar. No me disgustaría fabricar otros similares -dijo emocionado Nicola.
– Por supuesto -consintió Guillermo-, pero ten en cuenta que el espesor del vidrio debe cambiar según el ojo al que ha de adaptarse, y es necesario probar con muchas de estas lentes hasta escoger la que tenga el espesor adecuado al ojo del paciente.
– ¡Qué maravilla! -seguía diciendo Nicola-. Sin embargo, muchos hablarían de brujería y de manipulación diabólica…
– Sin duda, puedes hablar de magia en estos casos -admitió Guillermo-. Pero hay dos clases de magia. Hay una magia que es obra del diablo y que se propone destruir al hombre mediante artificios que no es lícito mencionar. Pero hay otra magia que es obra divina, ciencia de Dios que se manifiesta a través de la ciencia del hombre, y que sirve para transformar la naturaleza, y uno de cuyos fines es el de prolongar la misma vida del hombre. Esta última magia es santa, y los sabios deberán dedicarse cada vez más a ella, no sólo para descubrir cosas nuevas, sino también para redescubrir muchos secretos de la naturaleza que el saber divino ya había revelado a los hebreos, a los griegos, a otros pueblos antiguos e, incluso hoy, a los infieles (¡no te digo cuántas cosas maravillosas de óptica y ciencia de la visión se encuentran en los libros de estos últimos!).”

Podemos prometer y prometemos (total, seguimos en campaña electoral… aunque sorprenderemos ante nuestro inesperado cumplimiento), más textos de fama literaria y tintes optométricos/oftalmológicos 🙂
Lean ustedes, todos. Lo decimos nosotros, lo decía Umberto Eco: “El que no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida. Quien lee habrá vivido 5.000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás”
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